El penúltimo día de nuestro viaje decidimos tomarlo de relax. Sol y playa en Quarterira. Bajamos a la playa de en frente del hotel. La costa de Quarteira está formada por pequeñas playas plagadas de espigones de rocas que impiden grandes que las olas lleguen cuando el mar está bravo.
La playa que comento te saca del apuro, pero no es nada del otro mundo. Arena de grano muy gordo, agua muy fría, incluso sucia, con muchos chinarros y piedras para entrar. La orilla está en cuesta, imposible jugar a palas y los pies se hunden hasta el tobillo. No me gustó.
Me llamó la atención que en todas las playas del Algarve hay vendedores ambulantes de Bolinhas. Las bolinhas berlinesas, son una especie de buñuelo que se rellena con crema e incluso en Falesia llegamos a ver de chocolate, sin embargo la más típica es la Bolinha sin crema. Así que después de cinco días escuchando el peculiar cántico de estos vendedores, el último día no nos pudimos resistir y las probamos. Una bolinha sin crema, un euro. Esta especie de buñuelo, tiene un saborcito muy rico, pero es una bomba para la dieta de verano.
Por la tare, sol y playa en la piscina del hotel. Y por la noche, cena y copas en el bullicioso centro de Albufeira.